jueves, 18 de febrero de 2010

Boletín N 2: La formación de un administrador en la Universidad Monteávila

Por: Guillermo Fariñas Contreras (gfarinas@uma.edu.ve)

“Doing good for doing well”
, resumía el mítico Peter Drucker la actuación de un gerente: hacerlo bien para hacer el bien. En una frase integraba las dimensiones técnica y ética del trabajo. Son muchos los enfoques para la formación académica de un profesional de la administración y pienso que la cita puede compendiar uno de ellos.

Hacerlo bien nos lleva al campo del quehacer o del conocimiento de qué hay que hacer. Inmediatamente surgen temas que un futuro administrador debe dominar. Usaré la metáfora del edificio para exponer de forma organizada los saberes necesarios, pero aclarando que en su ejercicio forman un todo unitario: se dividen los conocimientos para enseñarlos pero para aplicarlos hay que integrarlos.

Antes de edificar, hay que poner las bases. Son la infraestructura, lo que va por debajo del suelo: lo que no se ve pero es fundamental. Es esencial pero no se suele apreciar porque no es vistoso. El administrador debe poseer unos fundamentos sólidos que le permitan construir los demás saberes. Un lugar preeminente lo ocupan las técnicas cuantitativas. Inmediatamente pensamos en las materias de Cálculos y Matemáticas que están presentes en todo Programa de enseñanza de Administración, y los conocimientos que a través de ellas se transmiten. Pero todo buen educador del área sabe que esos aprendizajes no son los únicos perseguidos y ni siquiera los más importantes. Es el momento de hacer una aclaratoria.

Todo buen hacer, es decir toda ejecución excelente, integra conocimientos y habilidades. Los conocimientos son saber algo, las habilidades son saber hacer ese algo. En la educación de un profesional se pretenden ambas cosas: que se crezca en conocimientos y en habilidades. Cuando se enseña matemática se busca principalmente el desarrollo de la habilidad analítica. Habilidad que servirá para identificar y afrontar problemas con orden y generar soluciones lógicas.

Con las asignaturas de Economía sucede algo similar. Es importante, por ejemplo, que un futuro administrador sepa que en competencia perfecta el precio marginal se aproxima al costo marginal, es decir que la ganancia tiende a cero. Pero igual de importante es que, realizando los cálculos para determinar cuál es ese precio y otros problemas de la economía, desarrolle habilidad analítica.

Como parte de los fundamentos, también se pretende que los alumnos dominen las nociones de la contabilidad. No solo que sepan cuáles son los principios contables sino que sean capaces de aplicarlos. Otras habilidades intelectuales básicas son las comunicativas: comprender información oral y escrita, y expresarla de forma clara y concreta, tanto en textos como oralmente.

Puestas estas bases es posible construir sobre ellas. Los saberes y habilidades podrán ser tan altos cuan fuertes hayan sido los fundamentos. No es posible ganar al ajedrez si primero no se sabe cómo se mueven las piezas. Sigamos pues, construyendo el edificio…

Lo esencial de una empresa es producir y vender, lo demás es apoyo. Así, en el primer piso de nuestro edificio se encuentra el conjunto de conocimientos de las funciones medulares empresariales: sus operaciones de manufactura de bienes y de otorgamiento de servicios, y el mercadeo y la comercialización de sus productos. Lo anterior está sustentado por los conocimientos de finanzas y de tecnología. Todos estos temas son imprescindibles para el manejo eficiente de los recursos, que sería una habilidad pretendida. Otras no menos importantes que los docentes de estas asignaturas deben buscar son el análisis y la resolución de problemas.

Sin embargo, esta sólida base técnica es condición necesaria pero insuficiente. El futuro administrador debe tener las aptitudes necesarias para trabajar con y para la gente. El trabajo en equipo no solo es el modo normal en el que se organizan las empresas sino el más efectivo si se hace bien. Así, el alumno de administración debe seguir afinando sus habilidades comunicacionales: del arte de preguntar y de escuchar con empatía. Requiere conocer de la actuación de las personas en organización, qué les mueve, para darse a sí mismo y estimular a otros con motivos de excelencia. Ahondar en lo que es la amistad, porque lo natural es que tenga amigos en su lugar de trabajo. Y como nadie da lo que no tiene: hay que ser muy gente para trabajar con la gente, por lo que se requiere crecer en las virtudes de la convivencia: gratitud, respeto mutuo, afabilidad, optimismo y alegría.

En la fachada o periferia del edificio debe estar la capacidad de lidiar con el entorno. El ritmo y profundidad de los cambios económicos, sociales, culturales y tecnológicos hacen cada vez más necesario conocer sus bases y tendencias. Por otro lado, la empresa debe estar atenta a las necesidades de su clientela actual y potencial, para servirla cada vez mejor. Además, el entorno es cada vez más competido y complejo, lo que exige del administrador el comenzar a desarrollar el pensamiento estratégico. El currículo del futuro administrador debe tener un espacio para el humanismo. Es necesario porque las organizaciones están llenas de humanidades: gente con ideales y valores, y un entorno en que incide la historia y lo socio-político. Como alguna vez leí: la historia no sirve para nada, pero el que no sabe historia no sabe nada.

Coronando nuestro edificio, está la esencia del potencial gerente, su capacidad de decidir y de lograr que lo decidido se haga. En la médula de toda buena decisión está primero qué debe hacer uno, es decir, hay que decidirse y asumir la respons-abilidad: habilidad de responder a los retos. Ya advirtieron los clásicos: “Tanto el éxito como el fracaso son hijos ilegítimos: el éxito, porque tiene muchos padres; el fracaso porque no tiene ninguno”. Muchas decisiones requieren cooperación y el futuro administrador tendrá que motivar, liberar talento humano, y, muy pronto, dirigir a los demás. No es un derecho sino una obligación: deberá “obtener la adhesión de hombres libres a un objetivo común respondiendo a la vez a sus aspiraciones personales” (Álvarez de Mon). Esto exige no sólo un conjunto de capacidades, sino esencialmente de virtudes. En palabras de Ortega y Gasset: “Si quiere dirigir a los demás, tendrá que imperar sobre Usted mismo”. Para ser un líder, el alumno de administración deberá emprender una transformación personal que le permita percibir, pensar y actuar de manera distinta a como lo ha hecho hasta ahora.

Para orientar todas estas dimensiones, hace falta que el alumno se conozca cada vez más, crezca en capacidad de reflexión. Materias como Antropología filosófica, Ética general y Ética para la empresa proporcionan base, altura y profundidad a nuestro edificio. Con ellas se busca el segundo propósito de la frase con la que se comenzó este escrito: hacer el bien.





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