martes, 9 de junio de 2009

Boletín N 1: Panorama petrolero color petróleo

Prof. Jorge Riera (JRiera@gbc-laa.com)

Entre especialistas es archiconocido que los precios de los commodities suben gradualmente pero que el descenso no es así, sino que se desploman. Con sus altibajos, producto de la volatilidad, la escalada del precio del barril de petróleo en los mercados internacionales pasó en unos tres años de $ 30 a un pico de 147, en julio de 2008. Después de un desplome se recomienza un ciclo de alza hasta alcanzar una estabilización regulada por la oferta y la demanda. Unos $ 80 por barril pueden equilibrar tanto a consumidores como a productores. Una cifra menor hace muchos proyectos inviables y ya se cuentan por centenas los diferidos o cancelados con la consecuente secuela de recesión. Es obligante un uso racional por parte de los primeros y una política austera de los operadoras en sus actividades de exploración, producción, refinación y mercadeo. A la pregunta de cuándo se alcanzará este equilibrio, éste podemos pronosticarlo para dentro de unos tres años y tanquam pax romana durará el tiempo que lo permitan los actores en juego.

¿Cómo nos afecta? ¡Bastante! Veámoslo de esta manera: la producción venezolana está, según fuentes internacionales de prestigio, en unos 2,3 Mbd (Millones de barriles diarios) de los cuales se están exportando sólo unos 1,7 Mbd y el consumo interno in crescendo de unos 0,7 Mbd. El asunto es dramático: no sólo nuestro barril que se desploma de 130 a 30 dólares sino que también, se dejan de exportar barriles a ese mercado “caro” para traerlos a un mercado donde para procesarlo hay que importar insumos de otros países para convertirlo en gasolina ¡y venderlo produciendo pérdida! Para un país petrodependiente es grave el asunto, sobre todo el caso venezolano en el que el cuadro es: una provincia madura con más de 80 años de explotación y agotamiento de las reservas, la producción disminuyendo, insuficiente inversión para mantener la producción –no digamos aumentarla– recurso humano carente de capacidad técnica y gerencial por razones conocidas, consumo interno creciendo sin mesura, ningún mantenimiento mayor a las refinerías, un marco jurídico que ahuyenta inversiones y una estatal petrolera cada vez más alejada de “las buenas prácticas gerenciales”.

Todo conduce a que el proyecto oficial Siembra Petrolera –producción en 5.8 Mbd– sea absolutamente irrealizable. Requiere aumentar la producción anualmente en unos 500 Kbd y que en los tiempos de la “apertura petrolera” con todo a favor, alcanzaba los 250 Kbd. Es cierto que en la Faja Bituminosa del Orinoco hay ingentes reservas, pero es más cierto aún, que eso es un bitúmen extra pesado de unos 10° API, del cual con las tecnologías actuales puede recobrarse un 10% y que para ser rentable requiere un precio del crudo mayor al actual. Agreguemos a esto que los socios internacionales en el negocio en este momento, no son precisamente los que tienen las tecnologías de vanguardia en el metiér petrolero. Lo cual significa que el país demorará el doble de tiempo o le costará el doble o, lo más probable: ¡ambas cosas! Si damos un vistazo al mercadeo internacional lo más llamativo es que Venezuela ha desvirtuado principios económicos relativos a los mercados naturales, que sólo considerado en sus dimensiones geográficas resultan aberrantes: maltratar el mejor cliente a una semana en tanquero y coquetear con unos clientecitos a 20 días de entrega. ¿Los grandes favorecidos? Canadá y Méjico exportando al mayor consumidor del planeta, los EE.UU. El primero aumentando sus entregas de crudos y refinados tomando el share abandonado por Venezuela, lo que incluye extra pesados de la Arenas Bituminosas de Alberta, competidoras de nuestra Faja y Méjico manteniendo sus cuotas, no competidas por Venezuela quien ahora comparte el 4º o el 5º lugar como suplidor a los EE.UU. junto con Nigeria. No mencionemos Arabia Saudita, quien se limita a mantener una entrega de unos 1,5 Mbd a cambio de tecnología militar para mantener su defensa en el Medio Oriente y de paso sin salirse de sus mercados naturales de Europa, China e India. El pluralismo clientelar venezolano es bueno en teoría, pero en la dura realidad priva el costo de entregar un producto con un flete 4 veces mayor a unos clientes como China e India que en el mejor de los pronósticos le comprarán unos 350 Kbd entre los dos porque la dieta de sus refinerías no es de petróleo pesado ni hay planes de construirlas y cuyas economías se enfrían porque dependen de la de los EE.UU. ahora entrando en una crisis que se avizora severa.

Respecto al gas, aunque diferente, el panorama no es menos tranquilizador. Venezuela no es ni será en mucho tiempo una potencia gasífera. No lo es porque no se abastece el mercado interno y se importan desde Colombia 150 Mpcd (millones de pies cúbicos diarios) de gas, tampoco hay prospectivas de un plan que lleve gas siquiera a la mitad de los potenciales consumidores comerciales, industriales o residenciales. No lo es porque el 90% de las reservas de gas están asociadas a los yacimientos de petróleo y ya hemos mostrado la problemática inherente al crudo. Y tampoco lo es porque los proyectos de envergadura que tienen que ver con la explotación del gas natural no han arrancado de manera contundente ya bien sea por razones de costo de oportunidad, formación de asociaciones estratégicas, sesgo ideológico o por las inmensas inversiones requeridas para un producto que requiere amarre de contratos a largo plazo y el poco incentivo que representa el mercado venezolano subsidiado y no competitivo.

Y para ir resumiendo de manera benévola este cuadro, digamos que nos enfrentamos a una PDVSA insostenible en el tiempo. Si antes sus detractores la calificaban como de un estado dentro del Estado ahora se asemeja a un estado paralelo al Estado que asume cada vez más, roles ministeriales desvinculados de las ramas técnicas del negocio y en ese derrotero no se puede ser eficiente para cumplir las metas de producción, de mercadeo y de construcción de la infraestructura necesaria. En el epílogo de esta comedia habrá que volver a intentar retomar los mercados naturales, abrir las inversiones a los que saben del negocio y desprenderse del lastre que significan las responsabilidades no petroleras. Lo ideal sería adoptar el llamado “triángulo noruego”, cuyos 3 vértices lo constituyen una empresa del estado exclusivamente petrolera que explora, produce, refina y vende petróleo. Toma para sí lo que determinan sus gerentes como requerimiento para su funcionamiento e inversiones y pasa a otro vértice ocupado por el Estado el diferencial de dinero, quien a su vez utiliza lo que propiamente exigen sus funciones para revertirlas a la ciudadanía, dueño de su industria y elector de sus gobernantes de turno. En el tercer vértice estarían representados los entes administrativos reguladores connotadamente independientes en sus funciones. ¿Ilusión? ¡Bastante! Pero lamentablemente guste o no, se pueda o no, no hay otra salida. Panorama petrolero color petróleo

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